Por decisión mayoritaria, el Senado negó la solicitud del Gobierno de incluir las recomendaciones de la Comisión de la Verdad en el Plan Nacional de Desarrollo (PND). Esta decisión trajo alguna crítica por parte de importantes voceros de opinión, lo que me mueve a explicar por qué me sumé a la mayoría en esta materia. También hubo los consabidos insultos en la red. No perderé el tiempo respondiendo tales agresiones, que expertos detectaron que provienen de cuentas ficticias. Creo que la reacción en contra proviene, en parte, de un caudal de desinformación notable.
Comienzo por exaltar el trabajo de la Comisión de la Verdad, así como manifestar admiración y aprecio por el padre De Roux. Rechazo las descalificaciones que se han hecho públicas.
Un segundo punto: las recomendaciones no hacen parte del Acuerdo del Teatro Colón. Ahí vino el primer sofisma, utilizado incluso por el señor ministro del Interior. Desde su origen, las recomendaciones no son obligatorias. Discrepar de ellas no es una traición al Acuerdo. Ellas fueron expedidas un tiempo después de la firma y, de paso, incorporan algunos temas planteados en La Habana y negados en la Mesa.
De modo que negarse a incorporarlas al PND no significa la descalificación de todas ellas. Simplemente, incorporarlas en paquete –son 67– por la puerta de atrás, utilizando indebidamente el Plan de Desarrollo, implica integrarlas a la agenda nacional y darles un carácter de decisión oficial que nunca estuvieron llamadas a tener. Muchas de ellas son convenientes. Pero la cuestión es que difícilmente hacen parte de un Plan de Desarrollo. El caso más notable es la recomendación de modificar el mecanismo de elección del fiscal. Es un tema importante, pero se necesita torcer demasiado el pescuezo para afirmar que es parte de un plan de desarrollo. Incluso, hay algo que muestra la futilidad de algunas de las discusiones que se plantean: ¿alguien cree que a un año de elegir fiscal, el presidente va a renunciar a formar la terna?
Lo recomendable, entonces, es organizar una discusión amplia sobre las iniciativas, una a una, con la necesaria ponderación y sin envolverlas en el papel de regalo del PND. Se podría poner en funcionamiento una discusión metódica, presidida por la Comisión de la Verdad, sin acudir a la ligereza de adoptarlas de manera ciega. Aseguro que muchos de los congresistas que votaron en favor ni siquiera las conocen de manera detallada.
Viene, por fin, el problema de la oportunidad. Aunque se diga que la moción derrotada hablaba de progresividad en el examen, lo cierto es que la sola incorporación a la agenda nacional puede ser altamente inoportuna. En particular hay delicados temas de seguridad nacional que deberán ser discutidos. Pero en este momento en el Congreso hay serias decisiones ad portas. No creo que sea conveniente tocar temas altamente divisivos.
La disminución en este momento del pie de fuerza es desatinada. El propio ministro de Defensa así lo anunció. Acudir a personajes internacionales para remodelar la política de seguridad y la doctrina militar introduce interrogantes en un tema que debe ser enteramente nacional.
Crear la Comisión contra la impunidad del tipo de la de Guatemala, más allá de si es buena o mala idea, generará inoportunos choques de trenes con la rama judicial. Sacar a las fuerzas de labores sociales y de infraestructura es una iniciativa un tanto extraña. Más allá de la intención, termina aislando a las Fuerzas Armadas del resto de la sociedad, en un terreno en el que su ayuda es útil. En fin: una rica agenda de futuro. Hay que asumirla con respeto. Pero sumé mi voto a la mayoría por las razones expuestas.
Algunos dilectos amigos me criticaron porque voceros del Centro Democrático concurrieron también con su voto negativo. Eso no obedeció a un acuerdo concertado. Además, es un sofisma aritmético porque mi voto acompañó a la mayoría, no a un partido específico. ¿Son mis múltiples votos en favor del Gobierno prueba de que pertenezco al Pacto Histórico? Ni lo uno ni lo otro. Prometí actuar con independencia y he cumplido. Sé que esto es duro de mantener pero seguiré actuando así. No perteneceré a ningún rebaño. No tragaré entero.