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Enseñanzas del cese de fuegos / Opinión de Humberto de La Calle

Colombia necesita despejar estas inquietudes. Necesitamos que al Gobierno le vaya bien.

Nuestro punto de partida es el apoyo a la ‘paz total’ que ha propuesto el Gobierno. Es un anhelo esencial para lograr una mejor sociedad. Reconocemos la legitimidad democrática del Gobierno para intentarlo. Creemos que el Gobierno tiene pleno derecho a innovar. El conflicto se ha transformado de modo que no apelamos de manera arrogante a nuestra experiencia en La Habana.

No obstante, hay una crítica generalizada, y merecida, a los acontecimientos recientes del cese de fuegos.

Varias enseñanzas deja este intento.

Parece inverosímil lo ocurrido con el Eln. Hay todavía un punto ciego. ¿Qué pasó en los entretelones de la negociación para que la guerrilla desmintiera al Gobierno? Es probable que el Gobierno sintiera que estaba frente a una negociación fácil. Que su orientación ideológica convertiría la mesa en pan comido. De hecho, Otty Patiño, en una declaración dijo que la negociación no era propiamente entre antagonistas.

Queda claro que los anuncios unilaterales no consolidados en las mesa constituyen un riesgo enorme y una fuente de desconfianza. El Gobierno debe unificar su vocería de manera rigurosa. Definir de manera indiscutible quiénes deben estar involucrados en las decisiones. Alucinante que Otty no supo del decreto.

La ONU tiene que tener más cautela. De su prestigio depende en buena parte el éxito. No se puede malgastar en aplausos anticipados por boca incluso del señor Gutiérrez. Es claro que se requieren nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad que aún no existen.

La verificación simultánea de tantos ceses es un dolor de cabeza. Está por fortuna la Iglesia, pero en algunos casos confiar en la verificación de una comunidad aterrorizada puede ser un fiasco.

Los límites del cese son aún confusos. Los decretos dicen que solo se paralizan las operaciones ofensivas. Pero un alto jerarca de la Iglesia manifestó que se decretó el cese de fuegos pero no de hostilidades. Que las actividades ilegales continúan. Es una línea muy fina. Esto se agrava si se advierte que se decretaron los ceses pero aún no hay protocolos sobre las complejas situaciones de la vida real. Y que esos protocolos serán secretos.

De hecho, parte de los combates no ocurren contra el estado. En la ley de orden público se aprobó que el telón de fondo era la definición de los procesos de sometimiento y de diálogo. Frente a los otros grupos, las incógnitas son enormes. Comenzando por la pretendida ley de sometimiento que aún no ha sido presentada. ¿Qué es lo que se va a negociar con ellos? ¿Cuáles son las líneas rojas? Claro que es válido buscar el sometimiento. Pero en una sociedad democrática, ¿no es lógico que sepamos cuáles son los confines de ese sometimiento? ¿Cuál es el papel de la rama judicial? ¿Todo queda en manos del Presidente?

En cambio, frente al Eln hay un camino conocido para negociar. Cosa distinta es la dificultad histórica de llegar a acuerdos con ese grupo. Ojalá esta vez las circunstancias políticas lo permitan.

Crucemos los dedos. Colombia necesita despejar estas inquietudes. Necesitamos que al gobierno le vaya bien.

Entre tanto, invoquemos las coplas de las recientes novenas de Navidad: la prudencia que hace verdaderos sabios.

Columna publicada en El Tiempo: https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/columna-de-opinion-de-humberto-de-la-calle-sobre-el-cese-fuego-732106 

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